La antigüedad de los humanos sobre la faz de la Tierra se estima en 2.4 millones de años, con la aparición del Homo Rudolfensis (especie más antigua del género Homo). Ni siquiera somos capaces de imaginar una cantidad tan grande de años, y sin embargo, Carl Sagan ejemplificó ésto de una forma magistral en su conocida serie Cosmos: Si hiciéramos un "calendario cósmico" tomando el Big Bang como las 00:00 del primero de enero, y este instante como las 23:59 del 31 de diciembre, nuestra especie tendría no más de 1 minuto de existencia.
Desde esta perspectiva es desde donde me gustaría establecer el contexto para una reflexión interesante. En un "minuto cósmico" la especie humana pasó de tener únicamente los más rudimentarios instintos a ser los habitantes más inteligentes que alguna vez han poblado la Tierra. Dominamos el fuego, inventamos la rueda, y la agricultura nos permitió adquirir un estilo de vida sedentario. Una vez establecidos, no nos conformamos con conocer únicamente nuestra aldea local, sino que tomamos grandes riesgos para emprender viajes de exploración, fuimos más allá del horizonte y descubrimos poco a poco la vastedad de nuestro planeta.
¿Fue eso suficiente? Por supuesto que no. Construimos naves capaces de llevarnos a la Luna y ahora sopesamos la posibilidad de explorar a nuestro vecino rojo, pues nos mueve la esperanza de que alguna vez haya albergado agua en estado líquido. Hoy en día encendemos un foco con la sencillez de oprimir un switch, pasando por alto aquellas dificultades que vivieron personajes como Faraday, Tesla, Edison, Volta, Ampère y un largo etcétera.
Desde nuestro pequeño y pálido punto azul, hemos podido determinar la edad aproximada de nuestro universo y teorizamos acerca de su origen, desentrañamos día con día las leyes que lo rigen; desde sus partículas más elementales hasta los cúmulos de galaxias más lejanas, tan lejanas que la luz misma tarda miles de millones de años en llegar desde ahí hasta nuestros telescopios. Con la decodificación del genoma humano, tenemos en nuestras manos nuestra propia evolución ¿a caso no lo encuentran sorprendente?
Al pensar en todo ello, me siento orgullosamente parte de esta gran especie que somos los seres humanos, y sueño con formar una pequeña fracción de sus progresos a través de los años y a veces deseo que las mentes jóvenes y creativas sintieran esa misma sensación, que quisieran trascender y llevarnos más allá, en lugar de solo desear que llegue el fin de semana para emborracharse y ahogar en etanol o en estupefacientes esas neuronas que son capaces de dar mucho más.