5 de noviembre de 2016

Mi vida en 2006.



Matemáticamente hablando resulta absurdo dudar que la diferencia entre 2016 y 2006 es 10. Sin embargo, al hablar no sólo de cifras sino de años, y aunque la diferencia sigue siendo 10, cuesta un poco de trabajo asimilar que esa cantidad de vueltas alrededor del sol ha pasado ya, pues se ha sentido como un abrir y cerrar de ojos.

Es signo inequívoco de crecer el hecho de sentir que los años pasan cada vez más deprisa; hoy en día un año no parece durar lo mismo que cuando nuestra edad rondaba los 5 o 6. Toda esta reflexión viene a colación de que hace 10 años sucedió un hecho que cambiaría el rumbo que mi vida seguía, y marca la primera de las circunstancias que me trajeron a donde me encuentro en mi presente. El 1 de noviembre de 2006 entré a trabajar a Atento C.C. Toluca, como operador telefónico de activación de tarjetas de crédito departamentales de Bancomer.

Antes de esto yo no trabajaba ni estudiaba (era un Nini, en el lenguaje coloquial). Me dedicaba a pasar mis días en Los Portales de Toluca con varios amigos vendiendo chocolates y cantando canciones de Green Day acompañados por un par de guitarras acústicas. Mi historial académico mostraba la preparatoria truncada en en cuarto semestre y un intento fallido de continuar estudiándola en el sistema abierto. Obtuve dicho empleo gracias a dos de mis primos: uno que ya laboraba allí, y su hermano mayor, que fue quien me llamó un par de días antes diciéndome que consiguiera una solicitud de empleo y me presentara a una entrevista ese mismo día.

Ya había trabajado con anterioridad, en empleos sencillos y mal remunerados, pero considero Atento como mi primer trabajo de verdad, pues fue ahí donde aprendí a hacerme responsable por mis acciones y a luchar y dar mi mejor esfuerzo para sobresalir y obtener un mejor puesto. Esa empresa me fascinó, desde el diseño de sus instalaciones con colores brillantes y formas geométricas en sus paredes, hasta las propias actividades que realizaba en mi día a día. Aprendí que el trabajo no era nada más una manera tediosa y molesta de obtener dinero, sino que brindaba la satisfacción de sentirse útil, de cumplir expectativas y plantearse metas y objetivos para ser una mejor persona.

Hoy, 10 años y 4 días después, y aunque me cuesta mucho creer que ha pasado una década, me encuentro trabajando en un ramo totalmente diferente a la gestión telefónica, pero esas enseñanzas las sigo poniendo en práctica, y con eso me quedo.