Bien decía Carl Sagan en una de sus muchas frases célebres:
Y no le falta razón. Ahora que el tema de las vacunas está en boga en todo el mundo, no pude evitar pensar en aquellas personas que se rehúsan a recibir su inmunización por temor a que sea una forma que el gobierno tiene de controlarlas, o de que realmente les estén inyectando otro tipo de enfermedad para luchar contra la sobrepoblación, o cualquiera sea la razón.
La democracia nos otorga obligaciones y derechos, y entre esos derechos se encuentra el que tenemos a ser pendejos. No me malentiendan, está muy bien gozar de libertades y de todas las ventajas que la democracia ofrece comparada con otras formas de gobierno, pero en situaciones como esta, que es un tema de salud pública, la pendejez de unos cuantos termina por afectarnos a todos. Sí, yo puedo ir a vacunarme contra el SARS-COV-2 muy feliz de la vida, pero para que esta pesadilla termine, la OMS estima que será necesario que al menos el 80% de la población mundial obtenga también la vacuna. Es decir, entre más, mejor. Si tú no te vacunas, por la razón que sea, estás contribuyendo activamente a prolongar esta pandemia que tantos daños ha causado tanto en el aspecto de salud como en el económico. Todo porque es una cuestión voluntaria. Si la quieres, aquí está. Si no la quieres, no te preocupes.
¿Será acaso que un sistema autoritario, en donde no hubiera opción y todos tuviéramos que vacunarnos de manera obligatoria resultaría en un beneficio en aspectos de salubridad?
¿Necesitamos que alguien no solo nos diga qué hacer, sino que nos obligue a hacerlo para obtener un beneficio común? ¿Significa eso que, a pesar de vanagloriarnos de ser la especie más inteligente sobre la faz del planeta, somos tan imbéciles y no sabemos distinguir cuál es la opción que más nos conviene?
Y lo de las vacunas es solo un ejemplo entre muchos. También está lo de:
- Creer que la Tierra es plana.
- Estar convencido de que el ser humano nunca llegó a la Luna.
- Pensar que las antenas 5G transmiten enfermedades.
- Pedir que tomen la temperatura corporal en las manos o el cuello, porque los termómetros infrarrojos “dañan las neuronas” (si crees esto, de antemano ya no te quedan muchas).
Cada uno de estos pensamientos de traduce en un gasto que alguien (generalmente los gobiernos) tiene que hacer para detener obras, hacer campañas informativas, cambiar protocolos o frenar tecnologías, lo que resulta en un atraso cuyas consecuencias son difíciles de calcular.
Suena tan tonto que alguien tenga que venir y decirnos “debes hacer esto de manera obligatoria porque es lo mejor para ti”. Caray, qué pena ajena de nosotros deben sentir los extraterrestres.