22 de febrero de 2011

¿Pasión o perfección?


En el post anterior publiqué que uno de mis propósitos para este año era escribir algo en mi blog al menos cuatro veces a la semana. Ha transcurrido un mes y medio y ésta es la primera entrada que escribo desde entonces... Vaya manera de empezar, ¿no? Pero como se suele decir: más vale tarde que nunca. Generalmente en mis momentos de ocio (que suelen ser muchos) mi mente comienza a tratar de analizar situaciones, y a veces esos momentos traen consigo algunas buenas ideas o temas sobre los cuales escribir en este espacio. Lo malo es que a menudo olvido esos temas a los cinco minutos, y cuando estoy sentado tras el teclado no tengo nada bueno para pubicar. Así que este post lo utilizaré simplemente como un comienzo para tratar de agarrar el hilo nuevamente.

Iba yo en el camión un día con mis audífonos puestos escuchando cierta canción de Dream Theater. Para quienes no están familiarizados con la banda, rápidamente les digo que su música es de un grado muy alto de complejidad, llámándole a veces "música para músicos" dada la constante utilización de compases irregulares, sólos llenos de virtuosismo y complejas armonías. Puse especial atención en un solo de guitarra, magistralmente ejecutado por un siempre preciso John Petrucci y en eso me surgió la siguiente interrogante: ¿Realmente vale la pena sacrificar pasión por perfección?


Y me pregunté eso porque al escuchar el solo de guitarra, me di cuenta de que no me transmitía ningún sentimiento en especial; aquello era simplemente una rápida -muy rápida- sucesión de notas carentes de significado.
La música es un arte, y como tal, el fin último no es conseguir la admiración del espectador, sino provocar en él un sentimiento, un pensamiento, una reacción o una instrospección. El señor Petrucci podrá ser un excelso guitarrista en cuanto a técnica y velocidad se refiere, pero a veces se dice más con 3 notas saliendo del alma que con 200 viniendo de las puntas de los dedos.