Iba yo en el camión un día con mis audífonos puestos escuchando cierta canción de Dream Theater. Para quienes no están familiarizados con la banda, rápidamente les digo que su música es de un grado muy alto de complejidad, llámándole a veces "música para músicos" dada la constante utilización de compases irregulares, sólos llenos de virtuosismo y complejas armonías. Puse especial atención en un solo de guitarra, magistralmente ejecutado por un siempre preciso John Petrucci y en eso me surgió la siguiente interrogante: ¿Realmente vale la pena sacrificar pasión por perfección?
Y me pregunté eso porque al escuchar el solo de guitarra, me di cuenta de que no me transmitía ningún sentimiento en especial; aquello era simplemente una rápida -muy rápida- sucesión de notas carentes de significado.
La música es un arte, y como tal, el fin último no es conseguir la admiración del espectador, sino provocar en él un sentimiento, un pensamiento, una reacción o una instrospección. El señor Petrucci podrá ser un excelso guitarrista en cuanto a técnica y velocidad se refiere, pero a veces se dice más con 3 notas saliendo del alma que con 200 viniendo de las puntas de los dedos.
1 comentarios:
Exacto! Yo prefiero por mucho escuchar un solo de David Gilmour (o una canción completa) que algo de Petrucci.
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