Es cierto que para ciertas cosas debemos echar mano de una perspectiva externa para así poder comprender mejor todo aquello que nos rodea, pero no todas las circunstancias requieren de ese punto de vista. Y uno en particular que no lo requiere en absoluto es el Arte.
El verdadero Arte no es otra cosa que dejar registro de la forma como el artista ve al mundo, a veces de forma directa y en ocasiones abstracta, pero siempre personal. Partiendo de ésta premisa, podemos entender que hacer una obra con el sólo propósito de que le agrade a alguien es simplemente antinatural.
Pero crear algo que satisfaga únicamente el "capricho" de quien lo construye no es tan sencillo, y de hecho esa búsqueda se transforma en la parte más personal de la autenticidad, y aunque parezca pleonasmo, no lo es. El verdadero artista debe ser egoísta y con una autoestima aplastante para evitar caer en la mediocridad de la vulgar complacencia y dedicarse a crear sólo aquello que le parezca que expresa con total fidelidad lo que percibe, lo que imagina o lo que piensa.
La sencillez artística no existe, pues el escultor debe ser el primero en amar su obra. Pero lamentablemente la línea entre la seguridad y la pedantería es muy delgada, pero no inexistente.
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