
De poner en una maleta lo primero que saque del clóset, sin ningún afan de encontrar probables combinaciones. Tomar el autobús más próximo a salir sin fijarme en el destino. Ocupar el asiento pegado a la ventana del lado dónde el Sol se funde con el horizonte dotando al pavimento de la carretera de un color dorado. Admirar el paisaje desconocido y tranquilo. Mirar pastar a vacas y ovejas que ignoran el paso de los vehículos. Hablar con extraños de historias asombrosas. Bajar del autobús sin saber qué camino tomar, dejar que la decisión sea producto del azar.
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