15 de junio de 2010

Tan sólo un momento


En algún lugar se encuentra un sujeto que ha encerrado su mundo, lo ha dejado tan inmerso en su maraña de pensamientos y personalidades, que le cuesta enorme esfuerzo tratar de tocar siquiera una parte de su propia naturaleza. De vez en cuando, en las contadas ocasiones en que logra colar alguna mísera cantidad de consciencia entre todo el caos tejido por sus prejuicios y miedos, siente la necesidad de conquistar la autenticidad, mostrarse tal como es, dejando de lado esas máscaras que, por temor al rechazo y la pérdida eterna de afecto, ha ido confeccionando a lo largo de su existencia.

Se obsesiona con crear formas no tan obvias de mostrar su verdadera personalidad, aquella que no necesariamente conecta con su cuerpo y su forma de actuar ante otros seres igual de falsos, pero auto-condescendientes. Busca la manera de dejar una constancia, al mismo tiempo evidente y discreta, de quien en realidad es, para limpiar su consciencia, siempre dejando lugar para la interpretación de terceros.

Tapa el rostro de su verdadero ser con velos que le auguran una estancia relativamente tranquila entre sus "semejantes", aunque en su mundo él sabe que es diferente y que está muy por encima de quienes lo rodean.
En su afán por conquistar la trascendencia con la personalidad que realmente tiene, es incapaz de decidir entre varios caminos que tiene al frente. No porque ninguno le agrade, sino porque todos le maravillan. ¿Por qué no ha tomado alguno? Porque tiene miedo a fracasar, y prefiere consolarse pensando que aún queda tiempo para encontrar la motivación necesaria.

Necesita, por tan sólo un momento, alcanzar su verdadero mundo para seguir su genuina intuición inclinada y pararse triunfal sobre lo que todos llaman vida.

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