Mi vecino reúne todas las característica que desprecio en una persona. Es un ser humano mediocre, sin metas ni aspiraciones reales. Su realización ocurre cada fin de semana, cuando su novia le trae varios paquetes de cerveza y comienzan a tomar desde las 14 hasta las 00 horas escuchando música de bandas, corridos y baladas baratas.
Me molesta mucho, y no por el hecho de que se trate de él en particular, sino porque actualmente veo esa tendencia en muchas personas de mi generación y de las posteriores; conformarse con que llegue el viernes para embriagarse, cantar a todo pulmón y esperar a que llegue el lunes para quejarse y arrastrarse por la vida hasta el viernes, cuando la historia se repite.
¿Tiene un trabajo? Sí. Es mesero. Y no digo en absoluto que trabajar de mesero sea malo. Lo que sí es malo es que no tenga ese empleo con afán de crecer, de superarse, se que sea un trampolín para llegar a otro lugar. Lo único que pretende lograr es obtener el dinero suficiente para comprar alcohol, botanas y cigarros para encerrarse en su casa a beber y fumar, bajo el argumento "esto es vida".
Nada más alejado de la realidad. Si bien puede parecer vida en este momento, dudo mucho que al llegar a la vejez no se arrepienta de haber desperdiciado el tiempo de su juventud, cuando tenía la fortaleza y la energía para lograr las metas que se planteara.
Si más personas como él reflexionaran y se decidieran a mejorar, crecer y desarrollarse, otro gallo le cantaría a México.
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