El Feminismo es un tema delicado de tratar, especialmente por un hombre. Aquéllas quienes están en lucha activa por la igualdad y/o la equidad, pueden tildar de ignorantes a los hombres que traten de inmiscuirse en el tema debido a que ellos no sufren en carne propia la violencia, los abusos y las injusticias que el movimiento denuncia con ahínco. Más aun, es un pensamiento generalizado entre la sociedad que los hombres son los enemigos del Feminismo; que el género masculino es el principal objetivo de esas mujeres que cada 8 de marzo se manifiestan para exigir que cesen las diferencias salariales, culturales y sociales entre las dos mitades de la población mundial.
Sin embargo, creo firmemente que el movimiento feminista no está peleado con nosotros los hombres. No. El Feminismo no trata de erradicar a los varones. Esperando no ser catalogado de simplista, creo que el objetivo del colectivo feminista puede resumirse en cuatro palabras: acabar con el Machismo. Y es que "hombre" no es necesariamente sinónimo de "macho". Existen hombres que pueden ser excelentes aliados de las mujeres en su lucha por lograr la equidad de condiciones. ¿Cómo? Escuchando y atendiendo sus demandas, sus peticiones, dándoles el tan ansiado respeto que sin duda alguna se merecen.
En mi mente está arraigada la idea de que este sería un mundo mejor si más mujeres estuvieran en posiciones de poder o tuvieran acceso a educación en niveles altos. Y no, no voy a caer en el error de generalizar y etiquetarlas diciendo que son más delicadas, con un sentido más amplio de la justicia o más dedicadas e inteligentes, pues no todas lo son. Se trata de una simple cuestión matemática: entre más personas tengan acceso a investigaciones o desarrollos, y más diversidad de ideas se tenga en aspectos políticos y administrativos, la humanidad sale ganando.
Lo triste de esta situación es que el Feminismo es una lucha que, desde este lado de la trinchera, parece que tiene bajas posibilidades de triunfar, al menos en latinoamérica, pues el comportamiento machista de los varones está presente en las raíces mismas de la psique de sus individuos, y me refiero tanto a hombres como a mujeres. Eso sin mencionar que, cuando una feminista alza la voz para denunciar o exigir, es etiquetada de nazi. Es algo ridículo, pero real. He escuchado opiniones de congéneres que dicen que la línea entre el coqueteo y el acoso es muy delgada, y que se puede cruzar muy fácilmente y hacer que una mujer se sienta ofendida con un piropo o un "halago". Yo creo que más bien se trata de un error de diseño de nuestra conducta, pues el coqueteo es una expresión de acoso; quizás uno muy pequeño, pero acoso al fin y al cabo.
La esperanza radica en el hecho de que, a pesar de lo que nuestro comportamiento podría sugerir, los hombres somos capaces de razonar. Exhorto a todas las feministas a que continúen con su lucha incansable, porque aunque las cosas no van a cambiar ahora, son ustedes quienes están dando forma e impulso a las próximas generaciones, en un afán de que la manera de pensar de las futuras estirpes de la humanidad traigan implantados en su educación y pensamiento los conceptos de igualdad y equidad.
No quiero colgarme la etiqueta de feminista, pero soy un ferviente seguidor de su movimiento, de sus puntos petitorios, de sus exigencias, y gracias a los ecos que llegan de las batallas que ustedes van ganando, han logrado cambiar mi forma de pensar. Prometo, en nombre de un mejor futuro que asegure nuestra supervivencia como especie, educar a mis descendientes con igualdad de derechos y de deberes, el mismo acceso a juguetes para su diversión, el acceso a la misma información, educación y empoderamiento, sin distinción de géneros. Esa es mi deuda para con ustedes.
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