27 de enero de 2018

Mi primera semana en España.


Escribo esta entrada desde mi habitación de hotel, llamado Las Ruedas, en la región española conocida como Cantabria; puntualmente en el municipio de Bárcena de Cicero. En este momento son poco menos de las 10 en una fría noche de invierno del mes de enero. Resulta que he estado aquí desde hace una semana y me quedan 10 más. Estoy, cabe aclarar, por motivos de trabajo, no de placer.

Los primeros días fueron duros, ya que todo aquí es muy diferente a como es en México. A lo que más me ha costado acoplarme es a la manera de manejar, ya que los señalamientos son completamente distintos a los que estoy acostumbrado a ver, y las calles no tienen anunciado de manera clara el sentido en el que se recorren. El peatón es ampliamente respetado, y se le debe ceder el paso en cada lugar asignado para su cruce de la calle; los lugares de estacionamiento son escasos y la velocidad en áreas urbanas está restringida a 50 km/h.

Por la parte del clima, no es tan frío como yo lo imaginaba. Las temperaturas son bajas, sí, pero no muy distintas de las que hay en mi lugar de residencia en México. El problema es que las horas de sol son limitadas, ya que amanece poco después de las 8 y oscurece pasadas las 6 de la tarde.

Lo positivo del asunto hasta ahora han sido los estupendos paisajes de la región. El domingo pasado mis compañeros de trabajo me llevaron a los Picos de Europa, un lugar montañoso en donde había nieve y vistas espectaculares. También ahí tuve la oportunidad de subirme a un paseo en teleférico por primera vez.


Durante la semana también he estado yendo a la playa que se encuentra en un poblado cercano llamado Laredo, pero el nado es imposible debido a las bajas temperaturas que hacen que el agua esté más fría de lo que la mayoría podemos soportar. Eso sí, es placentero y relajante caminar cerca del agua, escuchando el romper de las olas en la costa.

Otro aspecto positivo de España, y de Europa en general es la seguridad que existe en las calles. Es posible caminar por cualquier parte y a cualquier hora sin el miedo que se siente en México a toparse con personas de dudosa reputación y educación. Aquí se puede dejar el automóvil estacionado en la calle sin necesidad del bastón de seguridad y con la certeza de que nada le sucederá. No hay baches, no hay perros callejeros ni basura tirada por las banquetas o en los parques. En fin y para resumir, me ha costado irme acostumbrando a estar aquí, pero confío en que las próximas semanas la estancia será más llevadera.

0 comentarios:

Publicar un comentario