24 de enero de 2016

Cuando el cine te hace reflexionar. Un ensayo sobre Feminofilia.


Durante el transcurso de esta semana acudí con mi novia al cine a ver una película llamada La Chica Danesa [The Danish Girl], la cual trata sobre la historia de la primera mujer transexual registrada por la historia y retrata el proceso que siguió para lograr que su cuerpo coincidiera con lo que su mente sentía que realmente era: una mujer.

En posts anteriores he dejado claro que nunca me he sentido muy cómodo con las divisiones que la sociedad marca entre lo masculino y lo femenino; obviamente hay que respetar aquéllas que la naturaleza traza, pues por más que algún hombre deseara con todas sus fuerzas vivir la experiencia de dar a luz, o una mujer quisiera tener su manzana de Adán, existen limitaciones. Mi descontento va encaminado hacia cuestiones menos restrictivas. Gustos y actividades que nuestra sociedad moderna ha establecido como propias de uno u otro género.

La mencionada película me recordó sobre una actividad parecida, en principio, a la transexualidad, pero sin consecuencias tan definitivas como una operación de los genitales para cambiar definitiva e irreversiblemente de género: el Travestismo, también llamado Feminofilia. Creo que este tema es uno de los más tabúes en nuestra sociedad y, por lo mismo, existe muy poca información al respecto y mucha gente desconoce exactamente lo que es un travesti o un feminófilo. Hagamos un experimento mental: ¿qué te imaginas al pensar en la palabra travesti? Seguramente visualizas a alguien que se ha puesto implantes de senos y que utiliza vestuarios femeninos vulgares para ganarse la vida en espectáculos de bares gay o ejerciendo la prostitución homosexual.

La realidad es que un travesti es una persona (puede ser hombre o mujer) que disfruta vistiendo prendas que la sociedad ha clasificado como "del sexo opuesto". Esa es la definición más simple del término, aunque, como en todos los aspectos de la vida, tiene muchísimos matices y lagunas. ¿Los motivos? Son muchísimos y dependen de cada persona: olvidarse del estrés de ser uno mismo, ser tratado momentáneamente como un miembro del género opuesto, o simplemente disfrutar de la variedad del vestuario femenino (en el caso de los feminófilos,  que son hombres que disfrutan vistiendo prendas femeninas). Cada uno tiene sus razones, pero algo está claro: Ningún feminófilo tiene las ganas ni la intención de operarse para cambiar su sexo definitivamente, ni tampoco siente atracción por los individuos de su mismo género. Si hay alguno que dice lo contrario es porque no es un feminófilo, sino un transexual.

Es debido a esta confusión que se da en la mayoría de las personas que escuchan la palabra "travesti", que los feminófilos son un caso sobre el que casi no se ha arrojado luz, y por lo que se tienen muy pocas estadísticas al respecto. ¿Tiene algo de "malo" sentir atracción por usar faldas, vestidos, tacones, medias y lencería si eres hombre, o camisas, pantalones, trajes y corbatas si eres mujer? Reflexiona un momento antes de dar una respuesta. Piensa si, además de la que los humanos les ponemos a nuestras mascotas, alguna vez has visto a un animal con ropa. La respuesta es no. La ropa es un invento meramente humano, es algo sobrenatural (en el sentido estricto de la palabra: fuera de la naturaleza). Siendo así, son las personas quienes han dictado y establecido normas para asignar roles a la ropa (cosa que en el sentido más profundo es absurda, un traje es un traje, no es masculino ni femenino) sin tomar en cuenta los gustos de cada quien.

Es curioso que la homosexualidad sea un fenómeno más aceptado socialmente que el travestismo, pues a la gente parece causarle un corto circuito en sus neuronas el hecho de que haya hombres que gusten vestirse de mujeres y que mantengan el gusto por éstas, sin que deseen transformarse permanentemente en una de ellas. Dejando de lado el estigma social yo te pregunto ¿tiene algo de malo que a un hombre le guste usar faldas? No. Es simplemente tela cosida en una forma determinada. Sí, quizás ese hombre se siente como una mujer mientras viste esa falda, pero no creo que tú que lees este post nunca te hayas imaginado lo que sería pertenecer al sexo opuesto.

Esa fantasía es algo momentáneo, pasajero y que no causa ningún mal a nadie si se habla a tiempo y con sinceridad. Quizás a ti te gusta más tomar agua que refresco, o prefieres gatos y no perros. Hay alguien a quien gustan más los vestidos que los trajes. Yo conozco a alguien así y no me causa ningún conflicto. Ojalá que la sociedad dejara de ser tan restrictiva y se centrara en temas más importantes que el tipo de ropa que cada quién prefiere usar.

Lamentablemente, como ya mencioné antes, no existe mucha información al respecto, puesto que se suele pensar que transexualidad y travestismo o feminofilia es la misma cosa. No hay muchos estudios, literatura, documentales o películas al respecto, y creo que se debería hacer algo para acabar con esta confusión. Espero que este pequeño artículo sirva aunque sea un poco para aclarar las cosas.

El origen de las malas palabras.


Sabemos que el Español es un lenguaje muy rico en variedad, acentos, modismos y regionalismos; al ser un idioma tan extendido por el continente americano, es común encontrar palabras que en algunos lugares son perfectamente aceptables mientras que en otros significan los peores insultos. ¿Alguna vez te has puesto a pensar de dónde provienen las malas palabras? La mayor parte de ellas tuvieron un comienzo inocente, pero fue el tiempo el encargado de transformarlas en ese lado oscuro del lenguaje. Hoy les presento 7 palabras cuyo significado original está lejos del que le damos hoy en día.

Pinche. Comencemos por la más famosa de ellas. Todos sabemos que originalmente se le llama pinche al ayudante de un cocinero. "Ayudante de cocinero que hace tareas auxiliares que este le encarga, como pelar papas, lavar las verduras, etc."

Pendejo. No tiene mucho que ver con el grado de inteligencia o habilidad de una persona. Significa: "Pelo que nace en el pubis y en las ingles."

Verga. Nada relacionado a la virilidad o algo por el estilo. Una verga es, de hecho, una parte de una embarcación y se define como "El mástil horizontal que sujeta las velas de un barco."

Culo. Una palabra totalmente aceptable en su acepción correcta: "Extremo inferior o posterior de una cosa, especialmente de un recipiente."

Pito. ¿De dónde salió su relación con el aparato reproductor masculino? Lo ignoro, puesto que significa "Instrumento pequeño y hueco que produce un sonido agudo cuando se sopla por él.".

Culero. De seguro al leer esta palabra te viene a la mente alguien que te perjudicó en alguna forma. Pero dudo mucho que sea correcto darle ese adjetivo, puesto que el significado es realmente un sustantivo: "Persona que oculta la droga con la que trafica introduciéndosela por el ano." Aunque bueno, en estos tiempos puede que sí lo sea literalmente.

Ojete. Coloquialmente, puede que esta palabra sea un sinónimo de la anterior, pero apegándonos al diccionario veremos que no es tal, pues se define como "Abertura circular hecha en una tela, en el cuero, etc., y rematada con hilo o con un aro, para pasar por ella un cordón, cinta u otra cosa."

Espero no haber herido susceptibilidades con este post, y aunque sé que seguirán empleando todas estas palabras como insultos, ahora al menos ya saben cuál es su significado correcto.

2 de enero de 2016

Evaluación 2015 y propósitos 2016.

Como cada año, es costumbre personal revisar los propósitos adquiridos para el año pasado y evaluar qué tanto me apegué a ellos y si logré cumplirlos o no. También quiero aprovechar para plasmar lo más importante que me planteo para 2016. Esto fue lo que me planteé para el año pasado:

1.- Terminar el año al lado de mi novia. // ¡Cumplido al 100%! Seguimos juntos y más unidos que nunca antes. ¡Vamos por nuestro cuarto año!
2.- Dejar de dormirme tan tarde y convertirme en una persona mañanera. // Un total fracaso. Creo que cada vez duermo más. 
3.- Dejar de procrastinar. // Otro fracaso absoluto, pero estoy convencido de que este año es mi año.
4.- Comer menos chatarra. // Quizás cumplido durante una parte del año, pero en general, mal resultado.
 5.- Terminar las materias de mi carrera. // Logrado.

Lamentablemente el balance general no es favorable. Por otro lado, aunque no fue un objetivo publicado, año con año me reto a leer un libro por mes, y 2015 fue el primer período de 365 días en el que logré dicho objetivo y hasta lo sobrepasé, pues en total leí 13 libros. ¡También fui capaz de no fumar un solo cigarro durante todo el año! Creo que eso endereza un poco la balanza a mi favor. Ahora dejo aquí constancia pública de lo que quiero cumplir en este 2016.

1. - Llegar al 31 de diciembre al lado de mi novia.
2.- Titularme y ejercer mi profesión.
3.- Viajar en avión.
4.- Contar con, al menos, un 40% de alemán.

4 modestos objetivos. Ya veremos cuántos de ellos cumplí dentro de 364 días.


Tan sólo una reflexión, quizás sin mucho sentido... quizás con todo el sentido.

En uno de esos momentos de inspiración que repentinamente llegan mientras uno toma una ducha, me vino a la mente una frase digna de estar en una novela (quizás algún día). La frase en cuestión es "sabes que has madurado cuando ya no estás orgulloso de tus vicios". Cuando yo era un adolescente me consideraba adicto a la Coca-Cola. Simplemente me gustaba mucho tomarla y recuerdo que cuando visitaba a mis primos, una de mis actividades favoritas era presumirles que yo era capaz de beber casi un litro de manera casual, digamos mientras comía.

Ahora me doy cuenta de que ¡aquéllo era bastante estúpido! pues el daño que a la larga eso podía hacerme era algo que en ese momento no veía. Yo estaba orgulloso de mi vicio, y hacérselo saber a medio mundo era algo que me gustaba demasiado, pues eso me hacía creer que me veía cool. Extrapolando eso al mundo del alcohol, estoy convencido de que es lo mismo que sucede, quizás a nivel psicológico, cuando tratas de comparar tu manera de ingerir bebidas embriagantes con tus amigos. Cuando escuchas o participas en una plática después de haber asistido a una fiesta es común escuchar frases como "ese güey se puso pedo de volada" "yo me tomé [ingrese aquí cantidad y marca de alcohol. Entre más, mejor]" y similares. Lo curioso del caso es que, entre más cantidad de alcohol se ingiera, más respeto tendrá el sujeto en cuestión entre su grupo de amigos. Entré más bebedor seas, serás mejor visto por la sociedad. ¿Qué coherencia hay en eso? 

No soy ningún estudioso de la psique humana ni pretendo serlo, pero estoy convencido de que el gusto por el alcohol en exceso exhibe un importante grado de inmadurez. Creo que la mayoría de los jóvenes en México atravesamos una etapa en la que beber alcohol es emocionante, pues generalmente lo hacemos en la adolescencia a escondidas de nuestros padres y eso nos hace sentir rebeldes, poderosos y en control de las situaciones. No veo nada malo en ello, pues puede considerarse un comportamiento normal o natural. El problema viene cuando nos quedamos en esta etapa, pues seguimos bebiendo con la misma actitud aun cuando ya no tenemos que escondernos de nadie.

Hay quienes incluso ponen como pretexto que beben para pasar un buen rato con sus amigos. Yo creo que los momentos se disfrutan mucho más estando en tus cinco sentidos. ¿Necesitas alcohol para ser divertido? Entonces eres patético. También estoy en profundo desacuerdo con las personas que viven toda la semana esperando que sea viernes para ir de "antro" o que están desesperadas desde el miércoles por una cerveza. ¿A caso no pueden imaginar otras maneras de pasar un fin de semana? ¡Hay otras actividades! Mismas con las que, incluso, pueden disfrutar un rato más agradable y que implicarán un gasto menor.

Pero en fin, esta es sólo la opinión de un abstemio, que no siempre fue así. Sin embargo, llegó el momento en que decidí no estar orgulloso de mis vicios y desprenderme de ellos lo más pronto posible.

1 de enero de 2016

No es enojo, es decepción.

Quizás lo siguiente suene muy dramático, pero es la verdad: fui defraudado por México... y esta vez, para hacerlo aún más triste, no fue por su gobierno, sino por su población. La situación puede resumirse en que solicité una beca para mis estudios y, a pesar de cumplir todos los requisitos para obtenerla, me fue denegada.  Obviamente, la primera reacción es explotar en contra del comité encargado de la asignación de los apoyos económicos pero, después de una serie de reflexiones y de conversar con mi novia, me di cuenta de que los únicos culpables son quienes solicitan la beca sin necesitarla.

Y es que no estoy implicando que sea malo solicitar al gobierno un apoyo como recompensa a nuestro esfuerzo escolar, pues soy consciente de lo que cuesta obtener una calificación por encima de los 85 puntos: desvelos, frustración, cansancio, lágrimas... lo que se me hace injusto es mentir en la solicitud; dar a entender que prácticamente duermes en el suelo junto con ocho familiares en un cuarto sin techo en mitad de la selva a merced de las inclemencias del clima, y que además tu papá mantiene a los 8 con un salario mínimo, cuando la realidad es que vives en una zona residencial, asistes a la Universidad en tu propio automóvil y haces tus tareas escolares en una computadora de gama alta mientras te comunicas con tus amigos a través de tu ultra moderno smartphone y te pones de acuerdo con ellos para ver en qué bar o en qué concierto te vas a gastar el dinero de la beca.

Todo eso hizo surgir una pregunta elemental: ¿Hasta qué punto somos los ciudadanos culpables de todo aquéllo por lo que criticamos al gobierno? Yo creo que el porcentaje es muy amplio. Y no se malentienda este post como una manifestación de apoyo al gobierno, pues la podredumbre y corrupción inherentes a él hablan por sí mismos, pero es verdad que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Tenemos gobernantes soberbios, mentirosos, corruptos e injustos porque nosotros somos así también. Quizás en menor medida, pero los mismos adjetivos aplican a nosotros los pobladores en general.

Yo creo que este inicio de año puede servir como un buen pretexto para plantearte ser una mejor persona, pues aunque creas que ya lo eres hay muchos aspectos que puedes mejorar. Si tus padres están en posibilidades de darte lo que quieres con tan sólo estirar tu mano y pedírselos, deja las becas para aquéllos que en verdad las necesitamos para algo útil y no únicamente para alcohol y ropa de marca. Haz de hoy el día en que pararás de dejar la basura en ese teléfono público o entre los asientos del camión y comenzarás a guardarla en tus bolsillos y depositarla en un bote de basura. Dile a la señora de la tienda que se equivocó al darte el cambio y te dio de más. Si encuentras una cartera, una mascota o un celular, piensa que es de alguien y que tu obligación es regresarlo sin pedir ni aceptar ninguna recompensa, pues a ti te gustaría que hicieran lo mismo por ti. 

Sé esa persona del bien aunque el mundo sea del mal. Quizás los gobernantes seguirán siendo unos patanes aprovechados y querrán todo para ellos y nada para el pueblo pero, al menos, tendrás la oportunidad de recriminarles, criticarles y exigirles con calidad moral, sin llorar por que se aprovechan de ti mientras tú te aprovechas de los demás.