Durante el transcurso de esta semana acudí con mi novia al cine a ver una película llamada La Chica Danesa [The Danish Girl], la cual trata sobre la historia de la primera mujer transexual registrada por la historia y retrata el proceso que siguió para lograr que su cuerpo coincidiera con lo que su mente sentía que realmente era: una mujer.
En posts anteriores he dejado claro que nunca me he sentido muy cómodo con las divisiones que la sociedad marca entre lo masculino y lo femenino; obviamente hay que respetar aquéllas que la naturaleza traza, pues por más que algún hombre deseara con todas sus fuerzas vivir la experiencia de dar a luz, o una mujer quisiera tener su manzana de Adán, existen limitaciones. Mi descontento va encaminado hacia cuestiones menos restrictivas. Gustos y actividades que nuestra sociedad moderna ha establecido como propias de uno u otro género.
La mencionada película me recordó sobre una actividad parecida, en principio, a la transexualidad, pero sin consecuencias tan definitivas como una operación de los genitales para cambiar definitiva e irreversiblemente de género: el Travestismo, también llamado Feminofilia. Creo que este tema es uno de los más tabúes en nuestra sociedad y, por lo mismo, existe muy poca información al respecto y mucha gente desconoce exactamente lo que es un travesti o un feminófilo. Hagamos un experimento mental: ¿qué te imaginas al pensar en la palabra travesti? Seguramente visualizas a alguien que se ha puesto implantes de senos y que utiliza vestuarios femeninos vulgares para ganarse la vida en espectáculos de bares gay o ejerciendo la prostitución homosexual.
La realidad es que un travesti es una persona (puede ser hombre o mujer) que disfruta vistiendo prendas que la sociedad ha clasificado como "del sexo opuesto". Esa es la definición más simple del término, aunque, como en todos los aspectos de la vida, tiene muchísimos matices y lagunas. ¿Los motivos? Son muchísimos y dependen de cada persona: olvidarse del estrés de ser uno mismo, ser tratado momentáneamente como un miembro del género opuesto, o simplemente disfrutar de la variedad del vestuario femenino (en el caso de los feminófilos, que son hombres que disfrutan vistiendo prendas femeninas). Cada uno tiene sus razones, pero algo está claro: Ningún feminófilo tiene las ganas ni la intención de operarse para cambiar su sexo definitivamente, ni tampoco siente atracción por los individuos de su mismo género. Si hay alguno que dice lo contrario es porque no es un feminófilo, sino un transexual.
Es debido a esta confusión que se da en la mayoría de las personas que escuchan la palabra "travesti", que los feminófilos son un caso sobre el que casi no se ha arrojado luz, y por lo que se tienen muy pocas estadísticas al respecto. ¿Tiene algo de "malo" sentir atracción por usar faldas, vestidos, tacones, medias y lencería si eres hombre, o camisas, pantalones, trajes y corbatas si eres mujer? Reflexiona un momento antes de dar una respuesta. Piensa si, además de la que los humanos les ponemos a nuestras mascotas, alguna vez has visto a un animal con ropa. La respuesta es no. La ropa es un invento meramente humano, es algo sobrenatural (en el sentido estricto de la palabra: fuera de la naturaleza). Siendo así, son las personas quienes han dictado y establecido normas para asignar roles a la ropa (cosa que en el sentido más profundo es absurda, un traje es un traje, no es masculino ni femenino) sin tomar en cuenta los gustos de cada quien.
Es curioso que la homosexualidad sea un fenómeno más aceptado socialmente que el travestismo, pues a la gente parece causarle un corto circuito en sus neuronas el hecho de que haya hombres que gusten vestirse de mujeres y que mantengan el gusto por éstas, sin que deseen transformarse permanentemente en una de ellas. Dejando de lado el estigma social yo te pregunto ¿tiene algo de malo que a un hombre le guste usar faldas? No. Es simplemente tela cosida en una forma determinada. Sí, quizás ese hombre se siente como una mujer mientras viste esa falda, pero no creo que tú que lees este post nunca te hayas imaginado lo que sería pertenecer al sexo opuesto.
Esa fantasía es algo momentáneo, pasajero y que no causa ningún mal a nadie si se habla a tiempo y con sinceridad. Quizás a ti te gusta más tomar agua que refresco, o prefieres gatos y no perros. Hay alguien a quien gustan más los vestidos que los trajes. Yo conozco a alguien así y no me causa ningún conflicto. Ojalá que la sociedad dejara de ser tan restrictiva y se centrara en temas más importantes que el tipo de ropa que cada quién prefiere usar.
Lamentablemente, como ya mencioné antes, no existe mucha información al respecto, puesto que se suele pensar que transexualidad y travestismo o feminofilia es la misma cosa. No hay muchos estudios, literatura, documentales o películas al respecto, y creo que se debería hacer algo para acabar con esta confusión. Espero que este pequeño artículo sirva aunque sea un poco para aclarar las cosas.